No anda disfrazado con casco LED ni vive de hacer remixes para TikTok. Andrea Oliva es suizo, sí, pero tiene más calle que muchos. Arrancó metido entre vinilos en su pueblo y terminó comandando algunas de las pistas más icónicas del planeta. Todo sin vender humo ni bajarle el volumen a su sonido.
Desde que aprendió a mezclar solo a los 13 hasta convertirse en el alma de escenarios bañados por el sol en Ibiza, la historia de Oliva ha sido una combustión lenta en el mejor de los sentidos. Y ahora, con la escena techno de México explotando en junglas playeras, bodegas industriales y festivales boutique, este gigante formado en Ibiza (en sentido figurado) está encontrando una conexión seria con los ravers mexicanos — sobre todo con quienes aman los sets oscuros y cargados de groove.
Su historia no arranca en Berlín ni en Detroit, sino en un pueblo tranquilo de Suiza, donde un adolescente se la pasaba encerrado aprendiendo a mezclar mientras sus amigos apenas descubrían cómo era el mundo. A los 16 ya trabajaba en una tienda de discos, obsesionado con conseguir promos under y vinilos raros de Europa.
Nada de fama instantánea. Solo años metido en cabinas de clubes como Terminus y Pravda, ganándose el respeto a fuerza de música. Después vino el primer salto: junto al dueño del club Nordstern, armaron las fiestas Banditz que la rompieron en todo Suiza. Y ahí empezó el ruido fuera del país.
En 2004 llegó a Ibiza por primera vez, pero no como un turista fiestero, sino como DJ. Se había prometido que iba a pisar la isla por primera vez solo si era para tocar. Lo cumplió. Abrió Space a las 7 de la mañana con un set al amanecer que la gente todavía recuerda. Y desde ahí, no paró más.
Intentar meter a Oliva en una sola categoría es como querer hacer un rave en una biblioteca, simplemente no funciona. “Es una ensalada mixta”, dijo alguna vez cuando le preguntaron si lo suyo era más house o techno. Es ambas. Es ninguna. Es Andrea Oliva.
Su estilo camina entre lo hipnótico y lo hedonista. Por un momento te mete un techno pesado con bajos que rugen, y al siguiente te lanza un house lleno de percusiones que suena a sexo veraniego en forma de track. Piensa en Detroit cruzándose con Basel y un amanecer con tequila en la playa.
Para 2012, después de años encerrado en el estudio (sin ghost producers de por medio), Oliva logró meter dos bombas en el Top 10 de Beatport: “Click Off” (Cadenza) y “Scene” (Be As One). Resident Advisor incluso lo nombró el artista más charted durante dos meses seguidos. Todo esto sin el respaldo de un sello mainstream ni shows de estadio. Solo música hecha para la pista.
En 2013 remezcló “Rise Of Angels” de Luciano, que se volvió un clásico de Ibiza. Dos años después, sacó su primer álbum 4313 en Objektivity: una obra oscura, minimal y atmosférica que probó que Oliva no era solo un dealer de bangers, también tenía rango y visión.
Y después vinieron más bombas: “Scream” (2016, en el sello de Hot Since 82), “Vermona” (en el sello de The Martinez Brothers, Cuttin’ Headz), que se escuchó en bucle en todos los clubes respetables de Europa, y “My Way” (un bombazo de 2019 que ganó el título de Essential New Tune en la BBC), consolidó a Oliva como alguien que sabe moverse entre el under y el crossover sin perder su esencia.
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Hasta sus remixes reventaron: convirtió el hit radial de Tom Walker “Not Giving In” en una bomba de club, y le metió mano a “House With Me” de Groove Armada para dejarlo más sucio, más profundo y un 100% más bailable.
Si hay algo que define a Andrea Oliva fuera de la música, es su rol como cara visible de ANTS — la bofetada más elegante que Ibiza le dio al circuito comercial. En 2013, Ushuaïa (sí, ese club de fuegos artificiales y trenes de champán) decidió crear una fiesta con espíritu underground. Y le dieron el control total a Oliva. Sin headliners. Sin decorado. Solo música real.
Y funcionó. ANTS explotó. Lo que empezó como una movida discreta los sábados se convirtió en una de las marcas más queridas del under ibicenco — outfits negros, sets eternos y ese logo de hormiga tatuado en el corazón de lxs ravers. Y ahí, desde el centro de la cabina, siempre estuvo Andrea: curando el sonido, manejando la vibra, y convirtiendo cada tarde en un ritual tribal de techno.
Tocó en prácticamente todos los lugares que importan en la isla: maratones en Elrow, apariciones en Music On, y hasta su propia noche “Andrea Oliva & Friends” en Hï Ibiza. Cuando habla de Ibiza, se nota que la respeta — pero también que tiene una misión. No está ahí por el show. Está ahí por la cultura.
Aclaremos algo: Andrea Oliva no vino a México a tocar un par de fechas y listo. Lo suyo acá es una relación seria. Viene construyendo esto hace años y la conexión se siente tan fuerte como se escucha.
Todo arrancó en el BPM Festival de Playa del Carmen, en 2016. ANTS tomó el Blue Parrot y Oliva trajo la vibra completa de Ibiza: camisetas negras, selva, cuerpos empapados y ese rebote característico que hace que el piso tiemble. Los ravers mexicanos probaron eso y no hubo vuelta atrás.
Desde entonces, Andrea se volvió un habitual del país. ¿Dreamfields México en 2022? Lo reventó junto a Charlotte de Witte, Armin van Buuren y otros gigantes. Pero mientras los del mainstage andaban con drops predecibles, Oliva estaba en el escenario techno hipnotizando con beats tribales y cero poses.
¿Y Tulum? Hoy por hoy, es su base de invierno. A principios de 2024, recibió el año con una sesión B2B en plena jungla, bajo las estrellas, rodeado de selectores de alto calibre. Imagínate: pista con velas, sudor, bajos infinitos, y Andrea con los ojos cerrados metido en su trance. Una experiencia espiritual con beat de 4x4.
Oliva no viene a México a figurar. Viene a hablar el idioma de la pista. Su música tiene tres ingredientes que el público mexicano ama: intensidad, sensualidad y rebeldía.
Sus sets pegan fuerte, sí, para los más exigentes que se cruzan de brazos en la pista. Pero también tienen groove, con percusiones seductoras y voces que te agarran desprevenido como un shot de mezcal a medianoche. Y, lo más importante, es auténtico, no busca likes, no repite fórmulas. Solo te entrega energía cruda y real.
Por eso, desde los warehouses de CDMX hasta los clubes de la Riviera, la base de fans de Oliva en México no para de crecer. Esto no es hype importado, es respeto ganado, tema por tema, set tras set.
Si Andrea Oliva todavía no está en tu radar, esta es la señal para ponerte al día. Sigue evolucionando, sigue sacando fuego, y ahora tiene su propio sello y serie de eventos: All I Need, un espacio donde manda la libertad creativa y la experimentación. Se vienen más tracks, más colaboraciones y más fechas que te van a romper el alma y devolvértela con un bombo.
Para la escena techno mexicana, Oliva es un referente, alguien que entiende el vibe y lo alimenta, no lo imita. Ya sea encabezando un festival gigante, trayendo ANTS a una jungla escondida o explotando un warehouse con sets de cinco horas, el tipo llega con propósito.
Así que cuando veas su nombre en un cartel: no lo dudes. Olvídate del VIP. Vístete de negro. Trae agua. Y prepárate para sumarte a la colonia, porque Andrea Oliva no se detiene, y el underground mexicano tampoco.
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