Combinando alma griega con groove futurista, Echonomist está redibujando el mapa del techno global sin hacer ruido. Petros Manganaris —más conocido como Echonomist— se volvió una figura de culto para quienes están realmente en la movida: un capo del underground capaz de hacer que un club gigante se sienta como un after entre amigos.

Con una obsesión de toda la vida por los sintetizadores y una facilidad brutal para romper géneros, este DJ y productor griego pasó de ser un nombre casi fantasma en la escena downtempo local a copar las cabinas de los templos de electrónica más top del planeta. Y lo hizo sin perder esa chispa experimental que hace que su sonido tenga sello propio. En un mundo donde la electrónica muchas veces suena a copia de copia, Echonomist tiene lo suyo: lleva lo emocional al cuerpo y lo transforma en tracks que te hacen darlo todo en la pista.

De Tesalónica a los main stages de la electrónica

Todo arrancó en Tesalónica, cuando Petros era chico y su familia le regaló un sintetizador con la esperanza de que aprendiera música griega tradicional. Pero en lugar de ponerse a tocar canciones familiares los domingos, empezó a hacer ruidos rarísimos. Y esa vena anti-tradicional le quedó. A mediados de los 2000 armó una banda llamada IνΦo (Info) y empezó a tocar sets de downtempo bien cargados, con instrumentos en vivo, voces y electrónica fuera de cualquier fórmula. El grupo sacó tres discos hasta 2009 y se hizo un lugar en el under griego, pero a Petros ya se le venían otros sonidos en la cabeza.

Poco después se metió de lleno en la movida electrónica. Descubrió a la santa trinidad de los que saben: Carl Craig, Maurizio y Underground Resistance. Ahí largó el formato banda, se inventó como Echonomist y empezó a sacar tracks que flotaban entre el deep house y un techno con texturas dub y percusión con cuerpo. Sus primeros lanzamientos salieron en sellos chicos pero súper respetados como Resopal, Upon You y Dessous, y ya dejaban claro que este tipo tenía algo especial. Música que te hace bailar, pero con carácter. Con groove, sí, pero también con visión. Y lo mejor: desde el comienzo se notaba que no estaba jugando al mismo juego que el resto.

El sonido Echonomist: Fan de los sintes, adicto al groove

Tratar de encasillar el sonido de Echonomist es como intentar explicar un sueño recién despertado. Es fluido, un poco borroso, pero se siente en serio. Un track puede deslizarse entre breaks lo-fi y pads medio mareados, y al siguiente te clava un bombazo de tech. Pero en todo lo que toca se nota esa obsesión cálida y enfermiza que tiene por los sintetizadores. Literal: estamos hablando de alguien que se arma sus propios sintes. ¿Quién hace eso?

Sus producciones son emocionales sin ser cursis, cerebrales sin volverse aburridas. Le pega a ese punto justo donde bailas y al mismo tiempo te quedas pensando. Y no, no es verso de press release. Entre tanta música generada por fórmula, sus tracks realmente destacan. Puede meter un interludio ambient, un bajo sucio, percusión tribal o alguna voz fantasmagórica — lo que sirva para contar algo. ¿El género? Le da igual. Si tiene onda, se queda. Hace música para los que siguen en pie a las 3AM y necesitan algo que les mueva el cuerpo y la cabeza.

Lo escuchas clarito en “Our Last Night” con Mironas, que es básicamente un tema de synth-pop con el corazón roto, disfrazado de track con breakbeat. O en esos experimentos downtempo que terminan colándose en sellos pensados para que la gente baila. Todo su rollo es ese: hacer música que te deje algo. También hay una melancolía griega que se cuela —no en plan folklore con bouzoukis, sino en el peso que cargan sus temas. Hay nostalgia en los pads, como si estuvieran recordando algo.

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Panic Attack, WhoMadeWho y la racha imparable de collabs

El salto real de Echonomist al radar global vino con “Panic Attack”, un track que armó junto a su compatriota y socio musical Jenia Tarsol, y que terminó en manos de los jefes del melodic techno: Tale Of Us, que lo lanzaron por su sello Afterlife. Y no fue solo un tema grande. Fue el tema. Uno de los mayores hits en la historia del sello. Profundo, oscuro, y completamente desquiciado cuando suena en el momento justo — de esos que hacen que todo el público explote al mismo tiempo y se pregunte qué acaba de pasar. Solo con ese track, Echonomist se ganó el derecho a estar en todas.

Después vino la era Innervisions. El gurú berlinés Dixon eligió a mano varios de sus temas para los compilados de Transmoderna, metiéndolo en la misma liga que algunos de los productores más afilados de Europa. Y no se quedó ahí: lo siguió con dos EPs tremendos — “Virtuality” y “Night Versions” — cargados de tech oscuro, pero refinado.

Y su racha de colaboraciones continuó. En 2020, se juntó con los daneses de WhoMadeWho para el proyecto Synchronicity (editado por Kompakt) y el resultado fueron híbridos dance-rock melancólicos. Después vino la conexión con Adana Twins para el EP “Subway Yard”, lanzado por el sello TAU: un disco de cuatro temas que llegó al puesto #1 en el chart de Indie Dance de Beatport. Todo el EP suena elegante, lleno de neón, con aires retro-futuristas — y sí, es uno de esos discos que no tiene desperdicio.

Y ojo, que también tiene un par de remixes afiladísimos. Echonomist reversionó a Stephan Bodzin, a RY X, y a varios más, transformando sus originales en versiones deformadas, cargadas de emoción, que en muchos casos terminan pegando aún más fuerte que las originales.

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De Tulum a Burning Man: Echonomist está en todas

Sabes que un DJ es de verdad cuando puede romperla en un sótano de Berlín y al día siguiente hacer temblar un mega-rave playero en Tulum. El historial de fechas de Echonomist es ridículamente bueno: Zamna, Fabric, Burning Man, Stereo Montreal, Space Miami, Caprices Festival, AHM Beirut... todos templos sagrados, todos tachados de su lista. Ya sea frente a 300 personas en un club tapado de niebla o frente a 10.000 almas bajo las estrellas, el tipo se adapta sin perder ni una gota de vibra. Una noche tira bombazos de hora pico. A la siguiente, grooves psicodélicos de amanecer. Y siempre mete algún track suyo entre medio.

Esa versatilidad no se ve todos los días. Y es lo que hace que la gente lo siga eligiendo. No van solo por la fiesta. Van por el viaje. Sus sets se mueven, se estiran, cambian de piel. Son narrativa sin la pose. Sales como si hubieras vivido algo más que una fiesta. Como si algo se hubiera movido adentro. Y después pasas tres días tratando de encontrar ese tema que te voló la cabeza. Ese es el efecto Echonomist.

En el camino, se convirtió en una especie de embajador del techno melódico dentro del under. Ayudó a empujar el sonido más allá de los moldes repetidos. Y los DJs lo aman por eso. Tale Of Us, Dixon, Adriatique, Solomun — todos son fans de Echonomist. El que sabe, sabe.

Sin dormir, pero con sello: Así llegó Flying Hearts

En vez de bajar un cambio después de tantos logros, Echonomist fue por más. A fines de 2023 sacó su primer álbum, “Secret Places”, en Innervisions, y no fue cualquier disco. Fue uno de esos trabajos pensados en serio, para escuchar entero, sin saltarse nada. Pasa por momentos ambient, tracks con fuerza de club y temas con voces que te acarician —todo hilado con esa textura tan suya que hace que todo tenga sentido. Conceptual sin hacerse el interesante. Elegante sin gritarlo. Los críticos se volvieron locos. Los fans lo tuvieron en loop durante semanas.

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¿Y ahora? Acaba de lanzar su propio sello: Flying Hearts —una colaboración con Jenia Tarsol, pensada para sacar música que no se encasilla en nada. El primer lanzamiento: una reinterpretación de un tema de la banda indie británica Throws, convertido en electrónica. Si así arranca, Flying Hearts pinta para ser de esos sellos que terminan marcando época.

¿Y lo que viene? Sets híbridos. Más curvas sonoras. Tal vez incluso un regreso a sus raíces downtempo. Pero sea lo que sea, va a sonar a Echonomist. Y a nadie más.

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