¿Sabes ese momento en una rave donde todo se alinea? El kick te retumba en el pecho, los sintes te suben por la columna, y no sabes si quieres llorar, gritar o salir corriendo. Bueno, ahí es donde vive KASIA. Esta DJ y productora nacida en Polonia y criada en Londres no está para sets tranquis ni beats de fondo. Viene a abrirte el pecho y llenártelo de euforia melancólica, mientras estás dándolo todo en medio de la jungla, en un galpón húmedo o perdido en alguna dimensión intermedia.
KASIA arrancó en la música detrás de una batería. Su padre también era baterista. Creció respirando ritmo como si fuera su segundo idioma. Así que cuando cayó en el under de Londres a principios de los 2000, no era cuestión de si se iba a adueñar de la cabina — era cuándo. Se obsesionó con el vinilo, con las fiestas en galpones del Este londinense, y no miró atrás nunca más.
“Cuanto más experimentaba siendo DJ, más me daba cuenta de que esto era exactamente lo que quería hacer con mi vida”, dijo. Y se nota. En cada set empapado de sudor, cada percusión afilada, cada transición que te parte en dos, se escucha esa decisión con cada beat.
Lo que hace KASIA no entra en una playlist de Spotify. Es tribal, melódico, crudo y raro, chorrea emoción. Es ese tipo de techno que te hace replantear toda tu vida en un amanecer, y después te empuja a bailar tu propio colapso existencial. Los sintes suenan como fantasmas, los bombos te llevan a otro planeta, y tiene la cantidad justa de mística como para que sientas que estás bailando en medio de un templo ancestral.
No es música. Es exorcismo. Es catarsis. Es depuración espiritual a 128 BPM.
Y ese instinto de baterista no se fue a ningún lado. Sus percusiones son quirúrgicas. Se repiten, mutan, se mezclan con melodías cósmicas. No tira temas por tirarlos, sino que construye una narrativa emocional que te levanta, te aplasta, te hace flotar, y después te suelta. Cada transición se siente como si te abrieran una puerta a otra dimensión.
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Mírala en vivo. No está "actuando". Está ahí, completamente sumergida. Ojos cerrados, brazos arriba, el pelo brillando con los láseres. En la cara se le nota todo: está sintiendo cada beat con la misma intensidad que ese tipo sin remera que grita desquiciado en medio de la pista.
Y por eso pega tan fuerte en lugares como México. Acá no vas a una rave a medias. Sea en una selva en Tulum o en un warehouse de CDMX, la gente viene a sentir. Y el sonido de KASIA está diseñado para eso. Sus sets te pegan como un temazcal techno — espirituales, intensos, transpirados, y con un toque salvaje. De ahí no sales igual que como entraste.
Desde 2023 no para de sacar tracks que parecen hechos para romper el cielo en dos. Su EP debut, Concussion, es exactamente eso: tribal, denso, y brutal en el mejor sentido. Lo sacó por New Tab Music y fue como un primer disparo al aire. Un mensaje claro: “Llegué, y vengo a romperlo todo”.
Ponlo a todo volumen y si tus vecinos se quejan, invítalos:
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Después hizo algo que nadie pidió pero todxs necesitaban: remixeó “Universal Nation” — sí, el himno trance — y logró que se sintiera aún más emotivo. Mantuvo el riff icónico, pero lo metió en una tormenta de bajos modernos. Fue nostálgico, sí, pero también devastador. De esa forma hermosa que te arrastra sin pedir permiso.
Siguió rompiéndola. Su collab con Vincenzo Sarti (Not Alone) salió en Einmusika y la metió de lleno en el círculo interno del melodic techno. Después llegó Delusional Ecstasy, un track que suena como una experiencia extracorporal en un mainstage a las 5AM. Y por si quedaban dudas, tiró No Tomorrow en Drumcode, el sello de Adam Beyer. Porque puede. Poder de peak-time envuelto en emoción cruda. Prueba de que puede jugar en las ligas más pesadas sin sacrificar ni un gramo de su esencia.
En 2025, KASIA se apropió de Punk de Ferry Corsten. Pero en vez de dejarlo como una reliquia con reverb, lo agarró, lo reventó y lo devolvió al mundo como un grito de guerra de melodic techno. Es el tipo de tema que hace gritar a los ravers old-school como si fuera 2002, y manda a la Gen Z directo al Shazam antes del drop.
Y si piensas que esa energía se queda en el estudio, es porque no la viste en vivo. ¿Ultra Miami? Lo prendió fuego. ¿Resistance? Una locura total. ¿M2 en plena F1? Nadie salió ileso. Nada de fuegos artificiales ni pantallas gigantes, solo una cabina, un USB y una selección que te revienta el alma sin pedir permiso.
En Europa, ya barrió con lineups de Afterlife curados por Tale of Us, dejó a OFFWeek Barcelona sin aire y se está metiendo en Berlín como una asesina silenciosa del melodic techno. Drumcode y Einmusika ya le abrieron la puerta. Saben lo que hace.
Pero si hay un lugar donde KASIA devora es México.
Lo que hizo con Layla Benitez en Afterlife Tulum fue otra cosa. Selva, calor que te derrite, luces perdidas entre los árboles, y ella en el medio tirando melodías como si estuviera invocando algo. Fue un trance colectivo. Todo el mundo flotando, gritando, llorando, quemándose por dentro.
Y ese set que grabó al atardecer para EPHIMERA en el desierto… todavía da vueltas por ahí como un hechizo. Crudo, místico, sin necesidad de un solo drop para dejarte en el suelo.
Acá la gente no compra humo. Lo que importa es lo que sientes. Lo que te atraviesa. Lo que te prende fuego por dentro. Y KASIA no viene a cumplir, viene a romperte en mil pedazos y hacer que le des las gracias.
¿No estás listo? No importa. Ella te va a arrastrar igual.
Lo que tiene KASIA es que no intenta ser cool. Solo quiere hacerte sentir algo. Y eso es lo que la vuelve peligrosa. Ya tiene los bookings, los sellos, los remixes icónicos. Pero lo que la separa del resto es su capacidad emocional para partirte al medio.
No tiene miedo de mostrar vulnerabilidad en la pista. De hecho, te exige la tuya. Sus sets son espacios para gritar, llorar, sudar, soltar todo eso que vienes cargando hace semanas. No es solo música. Es una experiencia que no te deja igual.
Puedes decir que es una de las figuras que más rápido está subiendo en el techno. Pero eso no alcanza. Porque KASIA viene a transformarlo todo.
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