Si estás metido en el universo del tech-house, ya te topaste con Latmun, o al menos con uno de esos tracks suyos imposibles de ignorar que aparecen en todas las playlists decentes de after. Joe Bradley, nacido en Nottingham, UK, no llegó hasta acá por contactos glamorosos ni campañas de prensa infladas. Su historia arranca en una obra escolar de Navidad, intentando zafar de hacer de José, pero terminó obsesionado con las consolas de sonido y luces. Esa energía de “ni en pedo hago eso” definió todo lo que vino después.
Mientras otros chicos memorizaban diálogos o soñaban con ser futbolistas, Latmun estaba en una esquina, flasheando con cómo funcionaba todo el sistema de audio y visuales. Años más tarde, mientras estudiaba administración de empresas, se saltaba las típicas fiestas universitarias llenas de remixes de Rihanna para armar algo más crudo con sus amigos. ¿El resultado? Una adicción progresiva a la música house y un desvío total del camino corporativo hacia el under más puro.
Como todo DJ que no heredó un slot en Ibiza, el camino de Latmun arrancó desde abajo, bien abajo. Mientras hacía su residencia en el mítico club Stealth de Nottingham, repartía flyers por la ciudad (algunos con su propio nombre, que nadie conocía todavía). También alquilaba su sistema de sonido para fiestas universitarias que terminaban en saunas humanas, y pasaba las noches produciendo en la oficina de su padre, mientras él dormía.
Esa etapa duró como tres años, una escuela intensiva de networking, de armar escena local, y de aprender a mantener vivo un set a las 3 a.m. con 200 personas apretadas en una cocina y cero luces. Toda esa energía casera y salvaje explotó cuando sacó su primer EP “Def” por ViVA Recordings, que fue una especie de punto de quiebre. Con ese release empezaron a abrirse puertas, girar cabezas, y la gente empezó a preguntar: “¿Y este Latmun quién es?”
Hablemos del sonido. Porque Latmun no está para conceptos rebuscados o fórmulas cerebrales. Su estilo vive en las caderas, tech-house con groove, de ese que fluye y no se toma demasiado en serio. Sus tracks se apoyan en percusiones minimalistas, bajos bien marcados y vocales pícaras que te tiran un guiño desde la pista.
Según él, lo suyo es “una interpretación groovera del house y el techno”, y va en serio. Escuchá “Free Your Mind” (2023): bombos duros, melodías envolventes y hasta samples de pelis de artes marciales que se mezclan en un track hipnótico. De esos que ponés a las 5 de la mañana cuando nadie se quiere ir.
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En el último año, su discografía explotó. Su colaboración con Iglesias, el EP “Duffman” que salió por Mindshake en 2024, es una joya. Dos tracks filosos, probados en sus sets antes del release, con bajos retro y vocales sucias. Es de esos EPs que viven en el USB de los DJs que saben lo que hacen.
También está “Play The Music”, lanzado en su propio sello Lateral, que arrancó su 2024 con una declaración de intenciones: pesado, profundo y pulido, pero sin perder ese filo crudo. El sello Lateral se está armando como una bomba en sí misma, con lanzamientos anteriores como “Tonight” y “Bass” que ya llamaron bastante la atención. Y ni hablar del EP “Free Your Mind” que sacó a mitad de 2023 por Revival New York, apoyado por Jamie Jones, Michael Bibi, Joseph Capriati y Paco Osuna, nada menos.
Y ya que hablamos de Osuna, el mismísimo Paco está haciendo un remix del EP “Sauce” de Latmun, también por Mindshake. Ese tipo de respaldo no es solo un mimo: es un guiño de los pesos pesados del circuito global.
Latmun no hace apariciones relámpago ni sets para salir del paso. Sus presentaciones son maratones techno de principio a fin: bajos intensos, tensión en su punto justo, y groove suficiente como para derretirte las zapatillas. Sea un warehouse en Londres a las 5 de la mañana o una playa en Tulum, el tipo aparece listo para hacer temblar el suelo.
Su pasaporte es un mapa rave: DC10 y Amnesia en Ibiza, sótanos sudorosos del Reino Unido, Printworks en Londres, ParkLive en Chile, y una lista que sigue y sigue. Cada parada tiene su color, pero la fórmula es fija: sets con energía para tenerte atrapado horas sin pensar en ir al baño.
Y después está México, ese lugar donde el vínculo DJ-público se transforma en historia de amor. Todo arrancó en The BPM Festival, en Playa del Carmen, con un B2B improvisado junto a Detlef que ya es casi leyenda.
En CDMX la rompió en Soul Tech (sí, esa fiesta que dura 27 horas), mandó a volar a todo el mundo en We Are Mexico en Cancún, y tocó en clubes de playa en Tulum que parecen más rituales que shows.
Su conexión con el under mexicano es genuina. Nada de marketing ni humo. Solo respeto mutuo entre un DJ que sabe cómo hacer vibrar a la gente y una escena que sabe cómo volverse loca. Y donde sea que toque, esa electricidad lo sigue. Club, cueva o selva, el groove no falla.
Latmun no se pone a explicar demasiado lo que hace. Lo hace, y punto. Pero el impacto va mucho más allá de bajos profundos y contratos con sellos.
Se ganó el respeto de leyendas como Green Velvet, que no solo lo fichó para Relief Records, sino que también se lo llevó de gira por Estados Unidos. Colaboró con Detlef, quien lo elogió por saber leer una pista y, sobre todo, por disfrutar cada segundo mientras lo hace.
Sus producciones hicieron ruido en Beatport, lo nominaron en los DJ Mag Best of British, y ya tiene en la mira a cualquiera que escuche tech-house con atención. Él dice que tocar seguido en distintos países le cambió la forma de leer al público y se nota en cómo arma cada set.
Latmun representa algo real: un artista con raíces en el rave DIY que logró llevar su sonido al mundo sin perder la esencia. Sus sets no suenan “importados” ni fuera de lugar. Suenan como en casa (si tu casa fuera una sala oscura llena de humo, luces estroboscópicas, y cientos de cuerpos moviéndose al mismo ritmo).
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